En la cuerda del tendedero
salta y brinca una servilleta,
con tal gracia y esmero
que parece estar de fiesta.
Como el resto de la colada,
al ver su enorme alegría,
le miraban sin decir nada,
ella no paró en todo el día.
Cuando ya acababa la tarde,
le dijo un batín intranquilo:
“Quieres dejar ya el baile,
que tengo el alma en vilo.”
Y la servilleta le contestó:
“Es que una intensa brisa
de buena mañana sopló,
y a mí se me fue la pinza.”
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