lunes, 31 de octubre de 2011

Don Juan Tenorio


Don Juan Tenorio,
le gusta el jolgorio,
es pendenciero
y muy mujeriego.

Con Luis Megía
apostó un día
ser el mas truhán
de aquel lugar.

Burlarían doncellas,
y cuanto mas bellas
la burla sería mayor,
y mayor su valor.

Se batirían en duelo,
para mofarse luego
y sin ningún remilgo
del rival vencido.

Cumplido un año
verían los daños
que habían causado
cada uno por su lado,

resultaría vencedor
quien mas deshonor,
burlas y engaños
hubiera logrado.

Pasado el plazo
hicieron repaso
de sus hazañas
estas dos alimañas.

Engreído y orgulloso
comenzó presuroso
el caballero Don Juan
sus gestas a contar:

Allá por donde fui
a las damas ofendí,
la razón atropellé
y a la justicia burlé”.

Respondió Don Luis,
presumiendo así
de los mismos engaños
en ese último año:

También por donde fui
a las damas ofendí,
la razón atropellé
y a la justicia burlé.

Rompamos pues el empate
viendo lo mas importante,
hagamos justo recuento
de ofensas y entuertos.”

Anotaron en un papel
de forma precisa y fiel
los muertos en desafío
y las ofensas de amoríos,

para concluir al fin
que el mas vil
era sin dudar
nuestro Don Juan.

Dichoso y exaltado
por el éxito logrado,
un nuevo desafío
ofreció a su enemigo.

Prometió Don Juan
una novicia burlar,
la mas angelical
que pudiera hallar.

Y fue Doña Inés
la elegida por él,
pues era sin duda
inocente y pura.

En una apartada orilla,
mientras la luna brilla,
a ese ángel de amor
le prometerá su amor.

Y con mucha picardía
Don Juan lograría
ganar el corazón
de esa dulce flor.

Pero llegaría un día
en que él sucumbiría
también presa del amor
y entregará su corazón.

Y ese corazón traidor
será esclavo del amor,
él que nunca creía
que al amor cedería.

Con tan mala fortuna
que la fama inoportuna
que él tenía muy a gala
desencadenó el drama.

Por todos perseguido
acabó Don Juan huido,
y Doña Inés en clausura
presa de su amargura.

Al fin junto a la tumba
a todos pidió disculpas
para poder morir en paz
el desdichado Don Juan.

Don Juan Tenorio,
le gustaba el jolgorio,
era pendenciero
y muy mujeriego.



domingo, 23 de octubre de 2011

Andrés el ciempiés



Andrés el ciempiés,

paseaba por la playa

y tuvo un traspiés

con la tercera pata.

 

Andrés el ciempiés,

iba por la carretera

y tuvo un traspiés

con la pata primera.

 

Andrés el ciempiés,

caminaba por el monte

y tuvo un traspiés

con la pata once.

 

Andrés el ciempiés,

circulaba por la ciudad

y tuvo un traspiés

con la pata del final.

 

Que patoso es Andrés,

vaya andando o caminando,

este dichoso ciempiés,

siempre está tropezando.






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jueves, 13 de octubre de 2011

Taso


Tiene Taso
la cara pintada,
es un payaso
de nariz colorada.

Lleva bombín,
chaqueta de colores,
zapatos sin fin,
y en el ojal, flores,

Toca la trompeta,
también el saxofón,
monta en bicicleta
y canta una canción.

No hubo ocasión
que no hiciera reír,
función tras función
el público fue feliz.

Pero su mayor ilusión
es ser trapecista,
ser en cada actuación
el dueño de la pista.

Y llamar la atención
de una bella artista
de gran reputación,
una equilibrista.

Ella siempre sonriente,
siempre tan hermosa,
luce resplandeciente
como una tierna rosa.

Tras cada payasada
que hace en la pista,
vuelve Taso la mirada
hacia la equilibrista.

Pero ella en Taso
nunca se ha fijado,
de un pobre payaso
nadie se ha enamorado.

Aunque sueña Taso
que llega el feliz día
en que le hace caso
y le colma de alegría.

Con esa vaga ilusión
vive esperanzado,
función tras función
sigue ilusionado.




sábado, 8 de octubre de 2011

El resfriado de Don Elefante



Esta misma mañana
Don Elefante se ha levantado
triste y de mala gana,
el pobre esta resfriado.

No para de estornudar
porque tiene mucho frío,
y con tanto moquear
mas que trompa tiene un río.

Cada vez que estornuda
provoca un vendaval, 
y necesita de ayuda
para poderse sujetar.


Como no tiene pañuelo,
estando tan resfriado,
el moco le cae al suelo
y está muy avergonzado,

tanto que ya está aburrido,
y para evitar otro estornudo,
lo único que se le ha ocurrido
es hacerse en la trompa un nudo.

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sábado, 1 de octubre de 2011

Don Quijote de la Mancha


Tiene rocín,
lanza sin fin,
y fiel escudero
este caballero.

Leía todos los días
libros de caballerías
que le dañaron el coco
y le volvieron loco.

Buscando hazañas
por tierras extrañas,
este caballero andante
partió con Rocinante,

su vieja montura,
y con una armadura
antigua y oxidada
una madrugada.

Tenia tantos grillos
que veía castillos,
sin darse cuenta
que eran ventas.

En su primera aventura
veló su armadura,
quería lo primero
ser armado caballero.

Y fue un ventero
quien lo armó caballero,
con unas venteras
que supuso doncellas.

Para escudero
eligió un labriego,
una isla le prometió
y ser gobernador.

Se llamaba Sancho
y viajaba tan pancho
por toda la Mancha
luciendo su panza,

viajaba en un asno,
y siempre iba cargado
de queso y de vino
para hacer el camino.

Buscó princesa,
y eligió... a esa,
la sin igual Dulcinea,
sin igual por fea.

Una pobre aldeana
que de mala gana
hacía ese papel
si se cruzaba con él.

Luchó con molinos,
con pellejos de vino,
con ovejas, carneros,
y falsos caballeros.

Lo de los molinos
fue un desatino,
acabó volteado,
dolido y magullado.

Con los pellejos
tampoco llegó lejos,
pensó que eran villanos
y llegaron a las manos.

Y con los rebaños
también sufrió daños,
acabó apedreado
y en el suelo tirado.

Al final lo que ocurría
es que nunca vencía,
porque sus enemigos
hacían mil hechizos.

Venció nada mas,
y con ayuda del azar,
a un sólo caballero,
el de los Espejos,

que resultó ser
su vecino el bachiller.
Había pues vencido
a su propio amigo.

Consiguió al final
ser muy popular,
se contó su historia
y alcanzó la gloria.

Otros caballeros
le tuvieron celos,
y buscaron la fama
retándolo en batalla.

El de la Blanca Luna
quiso probar fortuna,
y acordaron luchar
en combate sin igual.

Si El Quijote perdía
con él se comprometía,
a volver a su aldea
acabada la pelea.

Una vez derrotado,
triste y desarmado,
como había prometido
volvió a su retiro.

Sea por el dolor
de verse perdedor,
o porque llegó su hora,
se dirigió a su alcoba,

se fue derecho
a echarse en su lecho,
en él se acostó
y ya no se levantó.

Tenía rocín,
lanza sin fin,
y fiel escudero
este caballero.