sábado, 1 de octubre de 2011

Don Quijote de la Mancha


Tiene rocín,
lanza sin fin,
y fiel escudero
este caballero.

Leía todos los días
libros de caballerías
que le dañaron el coco
y le volvieron loco.

Buscando hazañas
por tierras extrañas,
este caballero andante
partió con Rocinante,

su vieja montura,
y con una armadura
antigua y oxidada
una madrugada.

Tenia tantos grillos
que veía castillos,
sin darse cuenta
que eran ventas.

En su primera aventura
veló su armadura,
quería lo primero
ser armado caballero.

Y fue un ventero
quien lo armó caballero,
con unas venteras
que supuso doncellas.

Para escudero
eligió un labriego,
una isla le prometió
y ser gobernador.

Se llamaba Sancho
y viajaba tan pancho
por toda la Mancha
luciendo su panza,

viajaba en un asno,
y siempre iba cargado
de queso y de vino
para hacer el camino.

Buscó princesa,
y eligió... a esa,
la sin igual Dulcinea,
sin igual por fea.

Una pobre aldeana
que de mala gana
hacía ese papel
si se cruzaba con él.

Luchó con molinos,
con pellejos de vino,
con ovejas, carneros,
y falsos caballeros.

Lo de los molinos
fue un desatino,
acabó volteado,
dolido y magullado.

Con los pellejos
tampoco llegó lejos,
pensó que eran villanos
y llegaron a las manos.

Y con los rebaños
también sufrió daños,
acabó apedreado
y en el suelo tirado.

Al final lo que ocurría
es que nunca vencía,
porque sus enemigos
hacían mil hechizos.

Venció nada mas,
y con ayuda del azar,
a un sólo caballero,
el de los Espejos,

que resultó ser
su vecino el bachiller.
Había pues vencido
a su propio amigo.

Consiguió al final
ser muy popular,
se contó su historia
y alcanzó la gloria.

Otros caballeros
le tuvieron celos,
y buscaron la fama
retándolo en batalla.

El de la Blanca Luna
quiso probar fortuna,
y acordaron luchar
en combate sin igual.

Si El Quijote perdía
con él se comprometía,
a volver a su aldea
acabada la pelea.

Una vez derrotado,
triste y desarmado,
como había prometido
volvió a su retiro.

Sea por el dolor
de verse perdedor,
o porque llegó su hora,
se dirigió a su alcoba,

se fue derecho
a echarse en su lecho,
en él se acostó
y ya no se levantó.

Tenía rocín,
lanza sin fin,
y fiel escudero
este caballero.



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