viernes, 11 de septiembre de 2020

Frankestein

 

Está el pobre Frankestein

hasta las mismas narices

de que tanto os asustéis

de sus costuras y cicatrices.

 

Está hecho de recortes,

de sobras y desperdicios,

sus padres eran pobres

y no conocían el oficio.

 

No aprendieron medicina

porque no tenían dinero.

En una escuela clandestina

estudiaron de carniceros.

 

No tenían ni para propinas,

pero querían un heredero,

aunque estaban en la ruina

y vivían en un basurero.

 

Allí consiguieron encontrar

piezas con las que fabricar

al hijo al que iban a criar,

y ahorrarse así el hospital.

 

Unas piernas de por aquí,

unos brazos de por allá,

una cabeza sin la nariz

y con un ojo de cristal.

 

Con empeño y paciencia,

pegamento, aguja e hilo,

y sin tener mucha ciencia

consiguieron su objetivo.

 

Todo el fruto de su amor

resultó ser ese revoltijo,

era sin duda un horror,

pero también era su hijo.

 

Lo educaron con amor,

lo educaron con cariño

y la máxima devoción,

a pesar de su desaliño.

 

Por eso se puede enfadar

si dices que está mal hecho,

pues ofendes a sus papás

que pusieron tanto esmero.

 

Y como si fuera un ogro,

como esos que conoces,

reacciona de mal modo,

con mil gruñidos y voces:

  

“¿A que vienen esos temores?

¿Qué es lo que tanto teméis?

Más trozos tiene el choped

y bien que os lo coméis”.


Versos incluidos en el título “Versos de malos nada perversos”, primer volumen de la colección “Versos para Fresa y Frambuesa”, disponible en Ámazon https://www.amazon.es/dp/B08BDYBC8K y https://www.amazon.es/dp/B08BF44L96


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