jueves, 7 de abril de 2016

Antonio Machado


Nació este ilustre autor
en la ciudad de Sevilla,
aunque ya siendo mayor
también viviría en Castilla.

Nació en una casa con patio,
con huerto y con limonero.
Nació en una casa palacio,
sin tener mucho dinero.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Tuvo que irse a Madrid
siendo todavía un chaval,
aunque antes de partir
consiguió conocer el mar.

En Madrid pudo estudiar
en una nueva Institución
que defendía la libertad  
como método de educación.

Con más pena que gloría
acabó el bachillerato,
en varias convocatorias
suspendió Latín y Castellano.

Era una familia muy grande,
eran en total ocho hermanos
que mantenía sola su madre
sin que le echaran una mano.

Con su hermano Manuel 
se entrega a la vida bohemia,
que vivieron este y aquel,
como si fuera una epidemia.

Se aficionaron a cafés y bares,
a sus tertulias literarias,
y a conocer intelectuales
con sus ideas libertarias.

Se interesaron por la poesía,
y cualquier otra forma de arte,
escribirían todos los días,
querían ser intelectuales.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Se marcharon luego a París
conocen allí a Wilde y Baroja,
y cuando vuelven a Madrid,
a Ruben Darío y toda su tropa.

Hasta que llega el día
en que lleno de zozobra
da un primer fruto su poesía
y publica su primera obra.

Pensando en su futuro,
oposita luego a una plaza
de profesor de instituto,
y se dedica a la enseñanza.

Soria es el destino elegido.
Allí se instala en una pensión,
donde, cosas del destino,
conocerá su primer amor.

Ella se llama Leonor,
y aunque es aún una chiquilla,
viven tan presa de ese amor
que se casan enseguida.

Pero es tan cruel la fatalidad
que en su primer viaje a París
ella sufre una enfermedad
que la apaga hasta morir.

Cinco años estaría en Soria,
y desde aquella temporada,
guardaría en su memoria
a esas tierras castellanas.

En “Campos de Castilla” elogiaría
a sus tierras y sus lugares,
y les dedicará su poesía
en sus “Proverbios y Cantares”.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

Abatido por la pena,
solicita un traslado,
y acaba en Baena,
este poeta enamorado.

Triste y solitario,
siete años estaría,
caminando a diario,
allí en Andalucía.

A Segovia se iría después,
donde pudo participar
en sus tertulias de café
y en su Universidad Popular.

Aunque viajaba a Madrid
en cuanto tenía oportunidad,
pues allí quería descubrir
su enorme vida cultural .

Hasta que conoció a Guiomar,
y aunque ella le puso excusas,
de nuevo se llegó a enamorar
y la convirtió en su musa.

En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.

Pero estalla la guerra civil.
Una guerra fratricida,
una guerra horrenda y vil,
criminal y homicida.

Por su significación política,
con otros poetas y letrados,
por su relevancia artística, 
son a un lugar seguro evacuados.

Pasa primero por Valencia
y después por Barcelona.
Será el final de su existencia,
serán sus últimas horas.

Como otros muchos paisanos
tuvo que salir hacia el exilio,
cruzó la frontera andando
y murió en Colliure sin auxilio.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Solo y abandonado,
murió este poeta popular
se pasó la vida andando,
y nunca dejó de caminar

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.


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